Laura Castro Trullén ha traducido más de cuarenta juegos de mesa en apenas unos años. Manuales, cartas, reglamentos… piezas que, una vez reunidas, dibujan su forma de trabajar: precisa, constante y llena de curiosidad.
Fue Juan P. Betanzos, compañero de oficio de Laura, quien nos dijo que teníamos que entrevistarla. Habló de ella con admiración —“una traductora como la copa de un pino”, dijo, y nos alegra haberle hecho caso.
Entre sus traducciones aparecen títulos de todo tipo, desde narrativos hasta eurogames, pasando por El Señor de los Anillos: Duelo por la Tierra Media, un juego que también hemos analizado recientemente en Turno. Su nombre ya forma parte de esas obras que no solo se juegan, sino que se leen con atención. Su trabajo ocurre sobre los márgenes, en esa capa que convierte reglas en experiencia.
En los cuadernos de Laura hay esquemas, dibujos, pasajes secretos y hasta poemas ocultos. Y detrás de cada uno, la misma idea: traducir también es jugar. Para comenzar, le pedí que se presentara, que explicara qué une todos esos juegos que ha traducido, más allá del idioma.
"La primera respuesta que me ha venido a la mente ha sido la más rápida y sencilla: soy traductora de juegos de mesa. Sin embargo, esa definición se queda un poco corta porque solo alude al componente lingüístico de la profesión, cuando no es el único. Así que, tratando de ir más allá del idioma, quiero matizar un poco esa presentación añadiendo algo esencial: soy traductora de juegos de mesa, sí, pero una a la que le apasiona lo que hace.
Me siento afortunada de poder traducir juegos de todo tipo y disfruto poniéndome a prueba con los retos tan diversos que presentan: reglamentos complejos, aspectos culturales, juegos de palabras o incluso las restricciones de espacio e imágenes, entre muchos otros. Cada vez que un juego cae en mis manos, le dedico todo mi esfuerzo para que quede lo mejor posible.”
“Por eso, si hay algo que une a todos los juegos que he traducido, además del idioma, es la dedicación, la ilusión y el cariño que pongo en cada uno de ellos. Me gusta pensar que, para cuando entrego el juego traducido, el cariño es otro componente más de la caja”.
Tras esa definición de sí misma, la conversación giró hacia el origen. Antes de hablar del presente, quise mirar atrás. Le pedí que volviera al principio. Que pensara si hubo un momento claro, un juego concreto o una intuición silenciosa que la llevó hasta aquí.
"Juego a juegos de mesa desde que tengo uso de razón. En mi casa siempre se ha jugado mucho en familia —y, afortunadamente, aún seguimos haciéndolo—, así que no fue un título concreto lo que me llevó a querer dedicarme profesionalmente a este mundo, sino todos los juegos que me han acompañado a lo largo de mi vida. Guardan tantos recuerdos con mi familia y amigos que, sin saberlo, me iban encaminando poco a poco hacia esta profesión.
Cuando decidí ser traductora autónoma, lo primero que hice fue pensar en qué cosas me gustaban y cuáles eran mis aficiones, para empezar a buscar mi camino por ahí. Como podrás imaginar, los juegos de mesa fueron una de ellas. Esto fue en 2021 y, aunque no había traducido ninguno, sí había jugado a muchos. Pensé que, aunque no tuviese experiencia, podía demostrar que, además de traductora, era jugona.
Esa fue la estrategia: revisaba los catálogos de las editoriales o distribuidoras con las que quería contactar, buscaba los juegos que tenía o había jugado y añadía un párrafo más creativo en la carta de presentación junto al currículum. La intención era que vieran que los juegos formaban parte de mi día a día.”
"Y funcionó. Ese mismo año empecé a traducir juegos y sigo haciéndolo cuatro años después. Por eso, siento que mi llegada a la traducción de juegos de mesa estuvo marcada por la suerte, sí, pero una suerte que yo misma salí a buscar.”
La charla avanzó hacia los juegos que dejan huella, esos en los que aún se reconoce algo propio. Hablamos de ese primer proyecto que marca un antes y un después, no por su dificultad, sino por lo que despierta.
“Me resulta complicado señalar un juego concreto que lleve mi voz, porque como traductora mi objetivo es siempre transmitir la del autor. El texto de un juego de mesa es, en gran parte, las instrucciones, y ahí lo esencial es comunicar las reglas con claridad y precisión.
Sin embargo, no todo son instrucciones. También traducimos cajas, cartas, tableros o fichas, que plantean retos distintos: juegos de palabras sin equivalente, chistes, referencias culturales, frases hechas… En esos casos no basta con traducir literalmente: hay que adaptar, ser creativo y lograr que el jugador sienta lo mismo que en el original.
Es ahí donde quizá más se note mi voz, porque cada traductor resolvería esos desafíos de forma distinta, según su bagaje, sus gustos y su manera de expresarse.
Uno de los títulos en los que más la reconozco es Perspectives, un juego de investigación con casos para resolver en equipo, y también uno de los que más he disfrutado traduciendo. Es narrativo, y tuve que trabajar desde los textos de ambientación hasta las pistas y los códigos secretos. Fue un proceso de adaptación fundamental para que los casos funcionasen en español, en el que, de algún modo, dejé mi huella personal."
Entre tantos proyectos, hay uno que siempre deja marca. Le pregunté si recordaba su primer juego “cuidado”, aquel en el que, más que traducir, tuvo la sensación de sostener algo frágil.
“Me gusta pensar que cuido todos los juegos que traduzco, así que no podría señalar solo uno. Sin embargo, esta pregunta me lleva inevitablemente al primer juego que traduje, porque, sin ninguna duda, esa primera vez te toca por dentro. En mi caso, ese juego fue Jamaica. Siempre será muy especial para mí, pues guarda esa ilusión de las primeras veces. Fue con él con el que sentí por primera vez esa sensación de estar ‘cuidando’ un juego.
En un registro menos emotivo, hay otro título con el que sí tuve la clara sensación de estar ‘sosteniéndolo’: ¿Qué nota te pones?, un juego que, pese a su caja diminuta, supuso mes y medio de trabajo, pues localicé gran parte del mismo. Es un juego tipo trivial en el que tuve que crear muchas de las preguntas —de temáticas muy diversas— desde cero, porque las originales hacían referencia a realidades inexistentes o poco conocidas en España. En este caso, si comparásemos la versión original y la localizada al español, encontraríamos dos juegos muy distintos.”
Con el tiempo, hay juegos que se quedan cerca, que regresan a las conversaciones aunque nadie los mencione. Hablamos de esos títulos que dejan una huella, a los que, de un modo u otro, siempre se vuelve.
“Además de Jamaica, Perspectives y Harmonies, que entrarían en la categoría de juegos que me han marcado, hay otro momento que recuerdo con especial ilusión: la primera vez que me encargaron un título del universo de 7 Wonders. Es un juego al que he jugado incontables veces —también en su versión Duel—, así que cuando me ofrecieron la oportunidad de traducir uno de ellos, la respuesta fue un sí inmediato.
De hecho, cuando alguien me pregunta a qué me dedico y respondo que soy traductora de juegos de mesa —sí, esa versión rápida y sencilla de la primera pregunta de esta entrevista—, lo siguiente que suelen preguntarme es: «¿Y qué juegos conocidos has traducido?».
Ahí es cuando siempre menciono los 7 Wonders en los que he trabajado. Participar en títulos como estos es, en cierto modo, como hacerle un regalo a mi ‘yo jugona’: la satisfacción de formar parte de un universo que me ha acompañado tantas veces en mesa.”
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Llegando a este punto, no pude evitarlo: tenía que preguntar por El Señor de los Anillos: Duelo por la Tierra Media. Traducir un mundo así no es solo un encargo; es entrar en una historia que muchos llevamos dentro desde siempre. Quise saber cómo se enfrenta a ese tipo de universos, donde cada palabra ya tiene un peso y un eco propio.
“Durante el proceso de traducción la labor de documentación está presente a diario y es esencial, porque los traductores no sabemos de todo. En juegos como Duelo por la Tierra Media, donde nos adentramos en un universo tan vasto y querido como el de El Señor de los Anillos, hay que documentarse muy bien para que el resultado sea impecable y los aficionados puedan disfrutar del juego «sin notar la traducción» por un error en la terminología —en línea con lo que comentaba Juan Pedro Betanzos en su entrevista. En este caso, me apoyé tanto en las películas como en los conocimientos de mi pareja, a quien le encanta El Señor de los Anillos. Además, tuve la suerte de que la revisión de este juego cayese en manos de mi compañero Joaquín C. Martín-Rayo, que sabe, y mucho, de Tolkien, lo que me dio una tranquilidad enorme.
Obviamente, cuando no estoy tan familiarizada con la temática de un juego, dedico horas a investigar: libros, blogs, revistas, películas o cómics —como me sucedió con El Imperio del César, inspirado en los cómics de Astérix, o con otros títulos que, sin pertenecer a un universo concreto, incluyen referencias culturales, cinematográficas o incluso datos de carácter científico: ¡puedes encontrarte de todo!
Y yo creo que ahí reside buena parte de la magia de la traducción de juegos de mesa: un día eres un prior intentando que su monasterio prospere y al otro eres un barista gestionando pedidos en la cafetería más ajetreada de la ciudad. Por eso, tengo claro que la documentación no es un complemento, sino una herramienta esencial para sostener cada mundo, cada temática, con el cuidado que merece.”
En un oficio tan minucioso como la traducción, las dudas también se cuelan entre líneas. Hablamos del síndrome del impostor, esa voz que aparece cuando el trabajo exige tanto que una parte de ti empieza a preguntarse si estás a la altura.
“Sí, aparece, y con bastante frecuencia; diría incluso que compartimos piso. Soy muy perfeccionista, lo que me lleva a dudar y revisar mis traducciones constantemente. Por eso no sé si puedo decir que lo ‘gestiono’, sino más bien que convivo con él. He aprendido a aceptar su presencia y a seguir avanzando pese a ella. En mi caso, es indispensable el apoyo de mi pareja y mi familia, que suelen vivir mis ‘crisis de traductora’ —como ellos las llaman— en primera línea.
Curiosamente, las fechas de entrega también me ayudan: ponen un límite necesario a ese bucle infinito en la búsqueda del mejor juego de palabras o la referencia más divertida. Cuando entrego un juego, me recuerdo que soy humana y que puedo equivocarme. Y me reconforta saber que siempre pongo todo de mi parte para que el resultado final sea el mejor posible.”
En la recta final, la conversación se abrió hacia su experiencia como mujer dentro de la industria. Quisimos saber si, en algún momento, ha sentido que su voz necesitaba explicarse dos veces para ser escuchada.
“Desgraciadamente, habrá compañeras que tengan vivencias distintas a la mía, pero yo personalmente no he sentido que mi voz se cuestionase más por ser mujer en el sector de la traducción que, de hecho, cuenta con un mayor número de mujeres que de hombres. Lo mismo que si me centro en el mundillo de la traducción de los juegos de mesa, en el que no solo he tenido la suerte de encontrarme con grandes compañeras y compañeros de profesión que me han brindado apoyo, ayuda, respeto y un ambiente muy sano; sino también de trabajar día a día rodeada de otras grandes profesionales como Natalia Martínez Villarán, quien me dio mi primera oportunidad con los juegos y quien lidera el departamento de localización de Asmodee en España a las mil maravillas, y las increíbles correctoras que revisan mi trabajo, gracias a las que todo sale impecable.
Pese a que no me he sentido invisibilizada en el sector por ser mujer, la traducción es en sí una profesión «invisible». Por eso, me parece fundamental aprovechar espacios como este para darle visibilidad y contribuir a que se reconozca más nuestra labor como traductoras y traductores, en este caso en el mundillo de los juegos de mesa.”
A partir de ahí, la conversación fluyó hacia el lenguaje. No desde el debate ni la corrección, sino desde la intención: cómo las palabras, a veces casi sin darnos cuenta, pueden abrir espacio, incluir o hacer que alguien se sienta dentro sin tener que pedirlo.
“En mi opinión, la inclusividad en el lenguaje es fundamental y siempre la tengo muy presente. Creo que en los juegos de mesa es especialmente importante, pues para mí, simbolizan comunidad e inclusión: todos somos iguales ante un tablero, y el lenguaje debería reflejarlo siempre que sea posible. Y digo siempre que sea posible porque, como traductora, no es ético modificar el contenido de un texto para hacerlo más o menos inclusivo si no es un requisito del cliente. Por otro lado, cuando traduces juegos para editoriales o distribuidoras, lo habitual es trabajar siguiendo sus guías de estilo y normas, y en muchas de ellas la inclusividad ya forma parte de las pautas.
En mi caso, desde hace poco más de un año me han pedido que introduzca ciertos cambios para reforzar la inclusión de género como, por ejemplo, hablar de «participante» en vez de «jugador». En otras ocasiones, por el tipo de juego y requisitos del cliente, también he tenido que buscar soluciones creativas para que cualquier persona, independientemente de su género, pudiese verse reflejada en el contenido y sentirse parte de la experiencia.”
Para cerrar, quise volver a esa idea del trabajo invisible de la traducción. Hay oficios cuyo éxito está precisamente en pasar desapercibidos, y la traducción suele ser uno de ellos: cuando todo fluye, el jugador se queda en la historia, no en las palabras.
Como nos decía Juan Pedro Betanzos en su entrevista, parece que solo se nota cuando se hace mal. Quise saber si Laura coincide, y cómo se vive sabiendo que, la mayoría de las veces, lo mejor que puede hacer una traductora es dar un paso atrás para que otros brillen.
“Coincido plenamente con lo que comenta Juan Pedro. Cuando una traducción está bien hecha, suele pasar desapercibida; basta con que aparezca un error o una errata para que todo el mundo repare en ella. Por eso me siento muy identificada con la frase de María José Aguirre de Cárcer que él mencionaba en su entrevista: refleja a la perfección nuestra profesión y la tengo muy presente en mi día a día.
Cuando eliges dedicarte a la traducción, sabes que ocupar un ‘segundo plano’ forma parte del trato.
En mi caso, cuando se publica alguno de los juegos en los que he trabajado, me gusta echar un vistazo a reseñas en blogs, Instagram o canales de YouTube para ver si el juego funciona, si gusta. Si la conversación se centra en las mecánicas, en el arte o en cómo escala el juego, y lo único que se dice de los textos es algo como «se entiende todo perfectamente», entonces respiro tranquila. Ese es el mejor cumplido.
Por supuesto, también se agradece cuando hay quienes deciden dar un paso más y poner en valor nuestro trabajo. Un gran ejemplo es el canal Jugones Deluxe, donde Gisela y Ricardo, además de hablar sobre infinidad de juegos, se están esforzando por dar visibilidad a los traductores con entrevistas y menciones. Este tipo de iniciativas son valiosas porque nos acercan un poco más a la comunidad jugona y ayudan a que nuestra profesión deje de ser tan invisible”
Para terminar, decidimos mirar hacia adelante. Después de tantos mundos traducidos, pregunté si alguna vez ha sentido la tentación de crear uno propio, o si hay algún proyecto que aún la ilusione y no haya contado.
“Creo que a todos los que nos gusta jugar se nos han ocurrido mil ideas de posibles juegos, pero del dicho al hecho hay un trecho y, por el momento, no me lo planteo. Y, fíjate, la razón principal es la que planteas: el haber tenido la suerte de traducir muchos juegos me ha permitido conocer mecánicas complejas, diversas temáticas y diseños, todo ello muy bien hilado entre sí, consiguiendo un resultado final redondo y adictivo. Lograr eso me parece complicadísimo y requiere un talento especial. Prefiero estar en este lado del mundillo: traduciendo los juegos que otros crean y, después, disfrutando de ellos como jugadora.
En cuanto a otros proyectos, sí hay uno que me hace especial ilusión: ahora mismo me encuentro traduciendo mi primera novela, algo con lo que llevaba soñando desde siempre.”
Laura no habla de grandes ambiciones ni de metas lejanas. Su trabajo avanza como quien traduce paso a paso, sin prisa, cuidando cada palabra (y cada símbolo) hasta que encaja. En cada reglamento, en cada carta, hay algo más que traducción: hay estudio, pasión y paciencia.
Pero merece la pena, sobre todo cuando un día puedes ser un prior en su monasterio, al siguiente una camarera sirviendo cafés en plena hora punta, luego una detective descifrando un código o una pirata surcando el Caribe. Porque traducir también es eso: vivir mil vidas ajenas sin dejar de ser uno mismo.
Y tú, ¿qué piensas?
¿Qué figura —traductora, ilustradora, diseñadora— te inspira dentro del mundo de los juegos de mesa?

Traductora editorial inglés-español ✨

Director creativo y editor
Diseño y maquetación.
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