Virus!, publicado en 2014 por Tranjis Games, nació como un proyecto personal entre tres amigos —Santi Santisteban, Carlos López y Domingo Cabrero— que buscaban un juego de cartas sencillo, rápido y divertido. El arte del juego corre a cargo de David GJ, dibujos coloridos y expresivos aportan un toque divertido y accesible que ayuda a entender bien cada carta.
11 años después, el juego se ha convertido en un fenómeno cultural con más de 4 millones de copias vendidas, traducciones a más de 20 países y expansiones como Virus! 2 Evolution, Virus! Halloween o Virus! Marvel.
Lo que empezó como un experimento casero, hoy es uno de los juegos de cartas más reconocidos y jugados en España y fuera de ella.
Llamémosles Señora G y Señor P.
Los dos mejores críticos de juegos de mesa de España (probablemente). Implacables, incorruptibles, con décadas de experiencia vital y la confianza necesaria para opinar sin haber jugado casi nunca a un juego de mesa moderno, se enfrentan a Virus! sin miedo.
Ilustraciones de «Virus!» - David GJ
Con las credenciales sobre la mesa, pasamos a la prueba de fuego. Virus! se despliega con rapidez: un mazo de cartas brillantes, unas reglas que se explican en un momento y mi sospecha de que, en cuanto se reparta la primera mano, todo puede saltar por los aires.
Y efectivamente: en cuanto cogen sus cartas, el caos está servido.
Al principio todo fue un poco torpe. Varias preguntas repetidas —“¿Y esta carta qué hacía?” Pero pronto llegaron los veredictos. Donde otros hablarían de azar y estrategia, el Señor P sentenció:
"Poca estrategia"
Como veis, le gusta explayarse. La Señora G, en cambio, fue más generosa:
"Es muy divertido, lo mejor es fastidiar al resto"
De hecho, cada vez que pudo hacerlo, lo hizo.
Ilustraciones de «Virus! Marvel» - David GJ
Esa facilidad, para ella, era parte de la gracia: un juego que se entiende rápido y que no exige estar pendiente de cada detalle. En su cabeza, incluso, aparecía un futuro posible:
“Podría ser un juego chulo para cuando haya niños en la mesa, los dibujos me gustan, se entienden bien, son claros y divertidos"
El Señor P, tras insistirle varias veces en que diese su opinión, dijo, fiel a su estilo:
“Está bien, pero tiene poca estrategia."
Y ahí terminó su aportación. Breve, pero intensa.
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La partida dejó claro que la diversión no necesita un manual de veinte páginas. Si dos personas sin apenas contacto con juegos modernos son capaces de reírse, engancharse y hasta imaginarse jugándolo con futuros nietos, quizá ahí esté el verdadero secreto de Virus!.
La Señora G disfrutó el juego. El Señor P fue más parco, pero si alguien tan poco dado a los elogios no se levantó de la mesa ni perdió el interés, el juego algo habrá hecho bien.
Virus! es, al mismo tiempo, muchas cosas. Lo primero y más evidente: un juego rápido, con reglas que caben en una hoja y una dinámica que convierte cada turno en una pequeña sacudida. Lo segundo, y quizá lo más importante: un éxito popular.
Pocos juegos españoles han llegado tan lejos, tan rápido y con tanta presencia en casas, reuniones y sobremesas. Se explica en dos minutos y se juega en veinte, pero detrás de esa ligereza está la virtud de haber encontrado un punto exacto: el de un juego que no pide nada y devuelve carcajadas inmediatas.
Desde la mirada de la crítica senior, la lección es todavía más clara. A la Señora G le divirtió fastidiar, al Señor P le incomodó la falta de estrategia. Sus frases, casi titulares, señalan con precisión lo que Virus! es y lo que no es. No es un juego para planificar ni para darle muchas vueltas a cada decisión. Sí es un juego de risas, de revancha, de girar una carta en el momento preciso y ver cómo se enciende la mesa.
Esa sencillez, que para algunos puede ser un límite, es también lo que le permite entrar en cualquier contexto, incluso en una mesa donde nadie ha jugado a nada parecido en décadas. Lo interesante es cómo esas virtudes y defectos —la rapidez, el azar, la interacción constante— se convierten en la razón de su éxito.
Por eso, más allá de premios, ventas o modas, Virus! demuestra algo esencial: que todavía hay espacio para juegos que se explican en dos frases y se quedan grabados en la memoria. Puede que a ojos de un experto la conclusión sea demasiado simple —“poca estrategia”—, pero quizá esa sea precisamente la clave de su éxito.
Un juego que cualquiera puede jugar, que funciona igual con veteranos que con absolutos principiantes, y que para mí significó eso: una partida con mi pareja y, al final, un buen rato con el Señor P y la Señora G (mis padres).
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