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Segundo Turno:

Stranger Things y Dragones & Mazmorras – Un héroe sin aviso previo (II)

Este artículo se incluye dentro de nuestro

"Puede que Eleven salve el mundo, pero Bob, con su modestia, nos enseña a salvarnos los unos a los otros."

Un viaje por Stranger Things y Dragones & Mazmorras para entender por qué imaginar juntos sigue siendo una forma de estar a salvo.

Otoño de 1984. Halloween se acerca y, con él, nuevas aventuras para nuestra party favorita. Nuevos personajes, emociones y sensaciones… pero el mismo mensaje de siempre: cuanto más unidos, mejor.

Y es que, una vez más, la segunda temporada nos recuerda que cuando los hilos se entrelazan, son más difíciles de romper; que cuando todos trabajan en la misma dirección, las cosas tienden a salir bien. Adultos y niños remando juntos, confiando en las ideas nacidas de un manual de D&D: a eso yo lo llamo confiar. 

Un héroe fuera del manual

Y, entre todos esos adultos, permitidme destacar a uno: nuestro queridísimo Samsagaz Gamyi… o, mejor dicho, Bob Newby. Los hermanos Duffer eran muy conscientes de lo que representa Sean Astin y quisieron premiar algo que hoy rara vez se premia: “la decencia y la calidez innata”, según Vanity Fair.

Si bien es cierto que aconsejar a Will que se enfrentara al “matón” no fue de sus ideas más brillantes ni decentes, Bob siempre intentó proteger a los suyos, incluso sin tener ni idea de lo que realmente ocurría. No huía. Siempre lo enfrentaba. Ese es el mensaje clave que dejó este personaje: pasara lo que pasara, huir no era una opción, había que enfrentarlo como fuera.

La enana druida y el salto a lo desconocido

Y eso, inevitablemente, me recuerda un poco a mí cuando empecé a jugar D&D. Imaginad la escena: un bar silencioso, tres amigos, dos de ellos curtidos en el juego, y yo, una completa inexperta, más perdida entre hojas de personaje que un bardo sin su canción.

Me dijeron: “elige una raza y una clase”, y, sin pensarlo mucho, en mi mente apareció una enana pelirroja de trenzas largas… muy mona, sí, pero probablemente la enana menos enana que podáis imaginar.

Y claro, la clase. Sin saber muy bien de qué iba aquello y dejándome llevar por mi lado salvaje, dije: “¡Druida!”. Entusiasmada, empecé a contarle a mi entorno cómo sería mi personaje, su lore… y la mayoría me decía “¿Enana druida? Eso es raro”.

¿Pero no se suponía que esto era fantasía?

Pues eso: Me lancé.

Y, como Bob, he sido la heroína de muchas de nuestras aventuras: esa que, sin saber del todo lo que hace, termina salvando a sus amigos casi por accidente. De algún modo, aunque sea solo por un instante, el rol me hace sentir útil. Es un territorio incierto, donde ni el conocimiento ni la experiencia aseguran la victoria.

Ilustración de Inanna

En resumen, tres letras, dos personajes, una misma esencia. Para mí es inevitable imaginar que Sam ha cruzado de una saga a otra para convertirse en Bob. En el fondo, son lo mismo: personajes que darían su vida por quienes aman; en el caso de Bob, literalmente. 

De hecho, los Duffer no lo hicieron intencionadamente, pero sí eran muy conscientes de esa conexión. Es más, Astin afirmó haber creado ese mismo lazo; no estaba en sus planes, pero sintió que debía ser así. Perder a Bob fue como perder a un Sam envejecido. 

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Lo que queda cuando el turno termina

Quizás por eso su muerte dolió tanto: porque Bob no era un héroe de manual, sino uno de esos que sostienen el mundo sin que nadie lo note. Los Duffer confesaron que planeaban eliminarlo en el cuarto episodio, pero no pudieron: ellos también le cogieron cariño (según Entertainment Weekly, octubre de 2017). Otras entrevistas, como las publicadas en The Hollywood Reporter y Los Angeles Times ese mismo año, confirman lo mismo. 

Finalmente, su partida fue inevitable: mantenerlo más tiempo habría sido forzado. Aun así, aquella escena no solo fue triste, sino también una lección de humildad narrativa. En Stranger Things, como en la vida, incluso los más buenos pueden caer. Nadie está a salvo, y eso —aunque duela— me encanta. 

Su huella, sin embargo, no se mide por cuánto duró, sino por lo que unió. Bob fue el primer adulto que confió de verdad en los niños, y gracias a eso, los mundos separados empezaron a encontrarse. Hasta entonces, ambos grupos habían trabajado en paralelo, sin cruzarse del todo; pero esta temporada cambia eso: por primera vez colaboran, confían y reman en la misma dirección, aunque esa unión pronto se verá amenazada. 

Me parece bonito ver a los adultos confiando en los niños. Vamos tan deprisa en nuestro día a día, tan convencidos de que lo sabemos todo, que a veces se nos olvida mirar desde la inocencia y la sencillez.
Y para eso está Bob. Él no juzga, no presume de saber, solo escucha y actúa. Saber no te salva de un crítico: a veces basta con escuchar y comprender para salir todos con vida… o casi.

Ilustración de Inanna

Quizás por eso me emociona tanto su papel: en medio del caos y la oscuridad, Bob nos recuerda que la verdadera fuerza no siempre viene del conocimiento o del poder, sino de la empatía. Escuchar, confiar, actuar sin juzgar… eso también es heroísmo.

Puede que Eleven salve el mundo, pero Bob, con su modestia, nos enseña a salvarnos los unos a los otros. Y por eso, para mí, siempre será uno de mis personajes favoritos de la saga: un héroe silencioso, cuyo papel puede parecer pequeño, pero deja una huella enorme.  

¿Y tú?

¿Recuerdas la primera vez que tiraste un dado o imaginaste algo junto a otros? ¿Jugabas de niño? ¿Has vuelto a hacerlo?

maikota
@maikota02

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Redacción del texto.

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@whoisrooster

Director creativo y editor
Diseño y maquetación.

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