Si es que ya solo al leer “máster” se me ponen los pelos de punta de la emoción. Nada que ver con esos sosos genéricos: director o directora, narrador, árbitro, moderador… La palabra “máster” tiene algo de mágico y de místico que la hacen muy poderosa.
Es que, ¿a quién se le ocurrió decir que el máster es un jugador más? ¿Cómo se puede comparar a un simple mortal jugador cualquiera con quien se esconde tras la pantalla, quien tiene todo el conocimiento del mundo en su cabeza, quien conoce el futuro y el pasado y, a ratos, puede dominar incluso el caos y el azar.
El máster, o la máster, de nuestra partida es un dios todopoderoso encargado de dar vida, mantener el orden y dotar de sentido a la existencia del resto de jugadores durante las aventuras. Sí, es un árbitro, un moderador, un director… pero sobre todo, ¡máster!
Cruzar el umbral que convierte a alguien en uno de ellos no es sencillo; supone una serie de pasos iniciáticos que pondrán a prueba la paciencia, la constancia, la economía y la ilusión del iniciado.
El camino del máster comienza con la elección y compra del juego –además de los suplementos futuros—. Después se ahogará entre manuales y PDF intentando estar preparado para dar una respuesta adecuada a cualquiera de esas ideas locas que pasarán por la mente de los jugadores en cada encrucijada. Tendrá que aguantar los memes del resto del grupo en el WhatsApp mientras intenta fijar una fecha para la partida. Ya ni hablar de la preparación de las ayudas en mesa, u online, que le consumirán horas infinitas… Vamos, que ni Hércules y sus doce pruebas.
El camino no es sencillo, pero la recompensa es única: ¡El poder absoluto! Al menos durante las dos o tres horas que dure la sesión.
Un buen máster no abusa de su autoridad de forma despótica, sino que además de su omnipotencia suma también una cierta capacidad empática hacia los figurantes de la aventura. Los jugadores se sienten protegidos bajo la sombra de ese dios que lo controla todo, incluso su destino. No ven amenaza en él sino justicia divina.
El máster debe ser capaz de manejar los tiempos de intervención de unos y otros para que nadie se sienta perjudicado. Sabrá cortar al que le ha poseído el espectro de la verborrea así como que hará despegar los labios de ese que permanece callado en un segundo plano. Porque también sabrá cómo introducir a un novato de forma gradual, sin que lo note. Explicará las reglas de forma didáctica con calma, al tiempo que hará que los añejos no se aburran con esa vuelta al comienzo.
También cuidará los golpes, las amenazas o los miedos que reciban los PJs de sus jugadores. No querrá que estos piensen que se ensaña con ellos. Vigila no convertirse en un rival a batir, pues todos están allá para disfrutar y no competir. Por eso, hará que las muertes, si es que llegan, sean espectaculares de tal manera que el fallecido perviva en la memoria colectiva del mundo fantástico con guiños que aparecerán más adelante en capítulos o aventuras futuras.
Ni que decir tiene que el buen máster tiene esa capacidad terapéutica de dar a cada jugador lo que necesita en cada sesión o en cada partida. Se desvive por ello. Quiere agradar, quiere gustar. Quiere que todos queden satisfechos. Por eso pregunta, por eso analiza las caras, los gestos, el subtexto de los comentarios del personaje que encarnan. Puede llegar incluso a domar al azar si es que este plantea un giro incómodo o inadecuado en un momento dado.
Las reglas no suponen cadenas para el verdadero máster. Más bien, sostiene la cuerda del sistema, como una cometa, para que este vuele por el cielo con libertad. Sin ese punto de anclaje no avanzaría, sería caótico por demasiado cerrado y constreñido, un desastre anunciado.
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¿Cuánto te costó esa libreta que descansa en tu mesilla para anotar los sueños que te asaltan durante la noche? ¿Cuántas veces la has utilizado?
Seguro que pocas, pero es que no es fácil. No todo el mundo es capaz de recordar lo que sueña por la noche, ni todos tenemos la fuerza de voluntad para levantarnos de madrugada para escribir ese sueño que nos parece tan revelador –hasta que sale la luz del sol—.
El máster sí es capaz; al fin y al cabo, una partida de rol es una especie de material onírico. Un sueño colectivo al que se le da forma entre todos los jugadores.
El máster es quien permanece despierto, velando por el sueño de sus jugadores y anota todo cuanto acontece. No solo eso. Además de anotarlos, les da orden y los dota de sentido. Esos sueños no se quedan en el mundo etéreo sino que trasmutan en acontecimientos que suman y se añaden a nuevos sueños cada vez más elaborados.
Una campaña de rol no es más que un patchwork, un manto elaborado a base de retales recogidos durante esos sueños colectivos que el máster va hilvanando.
Es tal el poder que atesora un máster; la seguridad con la que mueve los hilos del mundo que propone; tal su capacidad de adaptación a las decenas de PNJs que interpreta que pensamos que no hay esfuerzo en sus acciones. “Dios no se cansa, dios no trabaja, solo se ríe o se apiada de nosotros” parecemos pensar nosotros los jugadores.
Pero… Cuando la luz celestial que ilumina al máster se apaga tras las breves horas de la sesión, ¿qué queda además de ese recuerdo?
El máster pierde sus poderes, abandona el mundo de las ideas y regresa al mundo sensible. Lo inmutable se vuelve cambiante, lo eterno efímero y su seguridad se torna inestable. Una vez que se recoge la pantalla, surgen las dudas, los miedos, asaltan los errores, las preguntas, quizá otra noche sin dormir.
¿Lo habrán pasado bien?
Seguro que se han aburrido.
¿Me he excedido en esta escena? ¿Habrá sido muy brusca esta transición? ¿Debería haber pedido una tirada extra? ¿Por qué le dije que no podía hacer eso?
Espero que quieran continuar.
El próximo día lo haré mejor, eso sin duda…
A los dioses les suelen llover las ofrendas de sus seguidores. No hace falta sacrificar a nadie, pero ¿cuándo fue la última vez que le diste las gracias a tu máster? No es por nada, pero quien tiene un máster tiene un tesoro, créeme.
Venga, hagámoslo hoy entre todos y todas. A la vez.
¡Gracias, máster!
Y tú, ¿qué piensas?
¿Has sido máster alguna vez?
¿Crees que el máster es un jugador más… o algo distinto? ¿Dónde acaba el juego y empieza el cuidado cuando llevas la pantalla?

Colaborador

Director creativo y editor
Diseño y maquetación.
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