Eddie no es ‘otro friki’. No está en un rincón para no molestar. Contesta, empuja, desafía. Usa lo que le gusta como escudo, pero también como arma. Y lo que de verdad te atraviesa no es su muerte, sino ese instante en el que, por fin, lo ves sin la pose ni la coraza. Ahí descubres quién es: un muy buen tío, de los de verdad.