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Segundo Turno:

Veneno en la ciénaga, Mausritter en su estado más puro

ÍNDICE

Cuando menos es mas

Algunos módulos de rol intentan deslumbrar con continentes enteros, docenas de facciones y un metraje de cientos de páginas. Veneno en la Ciénaga, en cambio, apuesta por lo contrario: un escenario reducido, un mapa pantanoso lleno de hexágonos por explorar y un puñado de tensiones latentes que bastan para poner en marcha semanas de juego. La propuesta es clara: menos es más, y el verdadero poder de Mausritter está en convertir un espacio pequeño en un ecosistema vivo, hostil y fascinante.

La ciénaga que da nombre a la campaña no es un mero telón de fondo, sino el corazón de la experiencia. Sus aguas envenenadas impregnan todo lo que ocurre: afectan a los animales que la habitan, alimentan las rivalidades entre facciones y marcan el tono de una exploración en la que cada paso está lleno de riesgo. Aquí no hay una trama que empuje a los personajes en una dirección concreta. Lo que hay es un lugar envenenado que palpita, lleno de secretos, y facciones que mueven ficha aunque los ratones no estén presentes. El módulo no dicta qué hacer, sino que ofrece un tablero en el que cada decisión de las jugadoras altera el equilibrio de la partida.

Esa es, quizá, su mayor virtud: entender que el sandbox no consiste en soltar encuentros sueltos, sino en dotar al mundo de intereses y objetivos que siguen avanzando al margen de los protagonistas. Las facciones que habitan la ciénaga no son jefes finales esperando turno, sino grupos con planes propios que chocan entre sí. La pregunta nunca es “¿qué misión toca hoy?”, sino “¿qué bando ganará ventaja mientras los ratones se arriesgan en el barro?”. Esa sensación de que el mundo no se detiene es lo que convierte a esta campaña en un escenario memorable.

Un mapa lleno de semillas

El mapa hexagonal multiplica esta impresión. Cada localización es una semilla de historia: unas ruinas hundidas, un claro vigilado por depredadores, un asentamiento precario donde corren rumores de alianzas secretas. Nada está diseñado como una ruta obligatoria; todo es una invitación. Los ratones pueden adentrarse en un hexágono para buscar tesoros, toparse con una amenaza letal o descubrir una pista que conecte con otra parte del pantano. En cada movimiento está presente la lógica OSR: no hay equilibrio artificial que garantice la victoria, y la supervivencia depende tanto del ingenio como de la prudencia para retirarse a tiempo.

Mapa hexagonal de Mausritter Veneno en la Ciénaga

Fotografía © Maika García

El diseño del módulo explota además una de las mecánicas más brillantes de Mausritter: el inventario. En un entorno como la ciénaga, cada cuerda, cada antorcha y cada tablilla mágica son elecciones cargadas de consecuencias. Un Estado negativo ocupa el mismo espacio que un objeto valioso, y una herida puede obligar a abandonar un tesoro por el camino. Así, la exploración deja de ser contabilidad y se convierte en drama: cada cicatriz en la hoja de personaje es el eco tangible de una aventura envenenada.

Mapas claros, ilustraciones en blanco y negro y maquetación pensada para usarse en mesa.

Visualmente, Veneno en la Ciénaga mantiene la austeridad del juego base. Mapas claros, ilustraciones en blanco y negro y maquetación pensada para usarse en mesa. No busca narraciones floridas ni decorados fastuosos: lo que ofrece son herramientas prácticas para improvisar, tablas que disparan la imaginación y ganchos lo bastante sugerentes como para que la partida fluya con naturalidad. Su sobriedad es deliberada: este no es un suplemento para leer como novela, sino un kit para jugar.

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Fotografía © Maika García

La épica en el barro

El resultado es una campaña que encapsula todo lo que Mausritter representa. Un mundo pequeño pero letal, facciones enfrentadas en un equilibrio precario y un tema central —el veneno— que se filtra en cada rincón, dando unidad al conjunto. No hay historia prefijada ni héroes destinados a grandes gestas: lo que surge es un relato único de exploración, peligro y supervivencia, nacido directamente de las decisiones de las jugadoras y de la crueldad de la ciénaga.

Veneno en la ciénaga no pretende ser épico ni monumental. Su fuerza está en lo contrario: demostrar que un par de hexágonos, unas facciones en tensión y un tema coherente bastan para construir semanas de juego intenso. Es Mausritter en estado concentrado, el recordatorio de que la épica también se encuentra en el barro, cuando un ratón logra regresar vivo con las patas cubiertas de lodo y una historia que nadie más podría haber escrito.

Y ahora surge la duda, “¿cómo dirijo una campaña sandbox como esta?”, en próximas entregas te lo contamos.

¿Has jugado Mausritter?

¿Qué prefieres en tus partidas: mundos enormes o escenarios pequeños y concentrados como esta ciénaga?

Fotografía de Maika, autora del artículo @kaimamk
@kaimamk

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