¡Únete a nuestro equipo!
Icono de Instagram que enlaza al perfil @revistaturno
© 2025 Revista TURNO. Todos los derechos reservados.

Wyrmspan

y la magia de sus ilustraciones

“No estamos cazando dragones, sino haciendo un santuario.”

Dos formas de contar lo mismo

La semana pasada jugué por primera vez Wingspan, un juego con el honor de estar entre los cien primeros de BoardGameGeek. Sabía que era un juego viejo (seis años) e inmensamente popular, lo había visto en cada tienda del hobby que había visitado… y me atraía el arte, pero jamás me había inclinado a comprarlo. Sin embargo, un amigo lo tenía en su catálogo, y buscábamos con que entretenernos. Una cosa llevó a la otra y dos horas de mi vida desaparecieron.

Wingspan es un juego donde llevamos un santuario de pájaros. Durante la partida, atraemos a nuevas aves al mismo, y al final de la misma ganaremos puntos en función de sus rarezas y sinergias. Presuntamente es competitivo, pero dado que era mi primera partida, optamos por tener la mano al descubierto y centrarnos en nuestros asuntos sin sabotear al otro. Me gustó. Tiene un arte bello y unas mecánicas fáciles de aprender. Recogimos, y le dije que había estado bien, pero muy a mi pesar, no me gustaban tanto los pájaros como para aguantar otras dos horas, más cuando tengo déficit de atención y tras una ronda estoy mirando tentativamente el teléfono. Su respuesta:

Existe uno que es de dragones, si te interesa.

Tras oír eso, encargué Wyrmspan a mi tienda de confianza. El día que fui a recogerlo, pensé en como engañar convencer a alguien para jugar. Mi compañere de piso había aceptado casi a regañadientes, creo que más porque veía que a mí me ilusionaba que no porque tuviera ganas, pero vio la ilustración de un wyrm bebé, «Dragoncita chillona», dio un chillido y dijo «QUIERO JUGAR CON ESE». Bastó esa ilustración para que acabáramos probándolo un par de horas después.

Por donde empezar… Una de las cosas más importantes de un juego, de rol o de mesa, son las ilustraciones. No es solo marketing, aunque es cierto que las portadas suelen tener un presupuesto mayor que el interior. Es la temática, las emociones que evoca. Las mecánicas de Wyrmspan son, prácticamente, las mismas que las de Wingspan salvando cuatro detalles. Abstrayendo las reglas, el mismo juego puede ir de cualquier cosa. Existe Finspan, y si nos lo proponemos, podemos hacer Alienspan, Plantspan, Funguspan…

Fotografía © BoardGameGeek

Y si somos especialmente aburrides, podríamos borrar todas las ilustraciones, cambiar los nombres de los elementos para que no representen nada en particular, y jugar de todas formas. Pero no sería divertido.

Imaginad que tenemos un santuario de dragones y hemos convencido a un Coatl Común Resplandeciente para que se mude es más emblemático que no el hecho de que cuesta tres recursos o que da tres puntos. Siguiendo esta línea, que la propia caja traiga un libreto diciendo sobre cada dragón no solo la parte mecánica, sino datos suyos como si miráramos una Pokédex es completamente enriquecedor.

Cada vez que teníamos un nuevo dragón cuya ilustración nos gustaba, corríamos a leer sobre él, y durante el transcurso de la partida hasta les poníamos motes o nos inventábamos que estaban haciendo.

Siendo las ilustraciones tan maravillosas... ¿Qué hay de la narrativa?

La mayoría de juegos de mesa, al igual que los de rol, tienen narrativa, solo que a veces tiende a enterrarse por las mecánicas. Sí, algunos no tienen, como el tres en raya… ¡Pero si el clásico Cluedo! ¿Y no es más divertido jugar cuando nos ponemos en el papel?

En el caso de Wyrmspan y sus hermanos, hay un matiz que para mí, personalmente, es importante. No incluye violencia explícita. No estamos cazando dragones, sino haciendo un santuario.

Es un sesgo completamente personal, pero siento que demasiados juegos de mesa con los que me encuentro van sobre saquear o matar, especialmente aquellos de fantasía. Así que cuando tengo la oportunidad de hacer algo no solo pacífico sino además excitante, como lograr que eclosione un huevo y aparezca una cría de wyrm, me siento eufórica. Eso sí, he especificado que la violencia no es explícita porque… bueno, son wyrms. Carnívoros. Más de uno caza, o eso se deja entrever cuando requiere carne para convencerle de mudarse, y tiene alguna habilidad que implica «descartar wyrms más pequeños».

¿Quieres leer más artículos como este?

Suscríbete a y recibe en tu correo entrevistas, análisis y reflexiones sobre rol y juegos de mesa.

El latido de la guarida: mecánicas de Wyrmspan

En fin, las ilustraciones son bellísimas, la narrativa es excitante sin entrar en un tropo sangriento… ¿Qué hay de las mecánicas? Como me suele pasar, soy completamente incapaz de aprenderlas tan solo de leer, y requiero jugar para asimilarlas. Sin embargo, son repetitivas en el mejor de los sentidos. En cada turno, puedes hacer una de tres cosas: Atraer a un dragón, excavar en una cueva, o explorar dicha cueva.

Cuando ya has hecho por tercera o cuarta vez cualquiera de estas, le coges el truco para dejar de consultar en el libreto qué significa exactamente, y nunca es «lo mismo» porque hay distintos dragones y cuevas en juego. Tardamos lo mismo en jugar la primera ronda, en la que la mesa estaba vacía pero aún intentábamos averiguar qué hacer, que en la última, donde cada une tenía más de nueve dragones pero ya había entendido las reglas. 

Carta de Wyrmspan con la ilustración de la “Dragoncita Chillona”, un dragón bebé de colores brillantes.

Fotografía © MarArrOrt

En lo que a complejidad y competitividad se refiere… hay demasiadas variables como para «solucionar» el juego. A medida que iteras vas percibiendo mejores estrategias, como qué tipos de dragones prefieres atraer al inicio o al final. Pero la gestión del santuario propio es demasiado compleja como para que yo, personalmente, me preocupe por la de los demás. Hay un componente competitivo, en el que hay objetivos cada ronda y se quiere ser la mejor, y cada dragón es único así que puedes darte prisa en hacerte con él y con ello «quitárselo» a tus oponentes. 

 Pero dado que no puedes intervenir directamente en sus tableros y, aunque te quiten un dragón o cueva que querías, hay cosas de sobra que hacer… ni yo ni mi contrincante le dimos importancia.

Jugamos sin más, disfrutando de las ilustraciones y narrativa, comentando en voz alta qué opinábamos de cada dragón, y al final de la partida yo obtuve 71 puntos y elle 68. Hice un breve chascarrillo de «¡Al gremio de draconólogas le ha gustado mi santuario ligeramente más que el tuyo!» y no le dimos más importancia. Sentí que cada une competía consigo misme.

Lo que acaba de hacer el juego perfecto es: Incluye un modo solitario. Así que si como yo, raras veces tenéis a más gente en casa que quiera jugar, al menos podéis hacer una partida de todas formas. Como acabo de hacer antes de escribir este artículo. Besos y un abrazo, me voy a guardar todo de nuevo dentro antes de que se me pierda.

¿Has probado ya Wyrmspan o alguno de sus hermanos como Wingspan?

Si existiera un Alienspan o un Plantspan, ¿te animarías a jugarlos?

Colaboradora

Fotografía de Maika, autora del artículo @kaimamk

Revisión

No Comments

Post A Comment